martes, 30 de abril de 2013

COMPRENDER A FONDO EL DOLOR PSICOSOMÁTICO

UN FENÓMENO COMPLEJO

El dolor es un aviso del cuerpo y del alma, un aliado con el que emprender camino de cambio. Cada uno lo manifiesta a su modo, pero la salida siempre pasa por compartirlo con otras personas y buscar soluciones desde una posición vital positiva.

Crisis existenciales o de identidad, momentos de confusión y extrañeza, alteraciones perceptivas, estados de abatimiento, tristeza y vacío, angustia.

Todos estos son cuadros de sufrimiento psíquico y emocional, en muchas ocasiones, tan intenso como el dolor puramente físico, que, por lo demás, lo acompaña con frecuencia.

Se trata, pues de un fenómeno psicosomático complejo que hay que abordar desde el "ser sufriente", por cuanto toda experiencia dolorosa, desde la más nimia hasta la más insoportable, está asociada a una experiencia emocional de sufrimiento. Para mitigar su impacto, y a causa del distrés, el miedo y la violencia vividos desde el nacimiento, se va articulando una coraza que atenúe el sufrimiento pero que a su vez, limita la capacidad de sentir.

Pero el sistema defensivo no siempre evita el dolor y la aflicción emocional, experiencia que no todas las personas vivimos por igual. Gracias a las aportaciones psicoanalíticas y al aporte de Wilhem Reich, hoy en día sabemos que existen diferentes formas de reaccionar ante las perturbaciones y vivir el sufrimiento, que ello depende de la estructura personal y, por lo tanto, junto a factores culturales y epigenéticos, del tipo de relación y experiencias vividas en la familia y en la escuela, espacios determinantes en el desarrollo madurativo.

Así, existen personas que padecen estados de ansiedad o depresivos y, en algunas ocasiones dolores de cabeza, cuello, espalada y otras reacciones somáticas superficiales. Una fuerte tensión muscular crónica, un temperamento rígido, masoquista o histérico serían las características definitorias de esta estructura de carácter neurótico.

Muy distinto es el de las personas con una estructura fronteriza. También tienen mucha tensión, si bien en su caso se da a un nivel profundo, visceral, neurovegetativo, que ocasiona un cierto nivel de disociación entre los procesos cognitivos conscientes y los límbicos o emocionales, de manera que no son capaces de percibir su propio abatimiento ni los avisos del cuerpo en forma de angustia o dolor. El conflicto, aunque no se manifiesta directamente, existe, y sorda y calladamente va dañando los órganos vitales hasta el punto de culminar en ocasiones en shock cardiovascular, un cáncer o una depresión endógena.

Junto a estas dos formas particulares de vivir el sufrimiento, hay una tercera: la de aquellas personas con una estructura psicótica, que viven sín identidad, sin conciencia histórica ni arraigo, y que perciben la realidad desde una forma propia y con un lenguaje difícil de entender para los otros. Crisis psicóticas, psicosis y paranoia son sus trastornos más punzantes.

AFRONTAR EL DOLOR DEL ALMA

¿Cómo podemos minimizar el sufrimiento sin adormecer nuestra consciencia?

Afrontándolo inicialmente como un aliado con quien hay que emprender un camino de cambio. Compartiéndolo con otras personas y buscando salidas individuales o compartidas desde una posición vital positiva, en la que los lamentos estériles no inhiban nuestras potencialidades.

Cuando esto no sea suficiente, se impone un proceso psico-terapéutico, y caracteroanalíticas sean sus referentes principales.

Desde el punto de vista preventivo, debemos poner todos los medios posibles para fortalecer nuestro biosistema y aumentar nuestra autoestima. El ejercicio físico placentero, los espacios no contaminados, una dieta equilibrada, tiempo para el silencio y la auto-observación, el contacto con la naturaleza, la complicidad y el goce con la pareja, la comunicación y el esparcimiento con amigos y familiares, así como participar en actividades cooperativas y solidarias en los colectivos sociales y laborales, son elementos impredecibles. En definitiva, se trata de potenciar las relaciones ecológicas en los sistemas esenciales, familia y escuela, evitando así el sufrimiento emocional gratuito que infligimos a los cachorros de nuestra especie, para que tanto ellos como los adolescentes y los futuros adultos puedan desarrollar estructuras personales con contacto vital y conciencia ecológica. Eso les permitirá gozar plenamente, sin corazas ni cargas adicionales, y les dotará de medios para gestionar funcionalmente las situaciones sufrientes y utilizarlas como medios de transformación.

Xavier Serrano
Psicólogo especialista
en psicología clínica

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