miércoles, 24 de julio de 2013

QUÉ TE DICEN TUS MIEDOS

Al contrario de lo que se piensa, la batalla del miedo no se gana combatiendo contra él. Eso sólo lo vuelve en nuestra contra. La solución está en aprender a escucharlo para convertirlo en un aliado para crecer.

Todos sabemos que es sentir miedo a veces. El problema surge cuando no hemos aprendido el modo de hacerlo cesar ni evitar que se cronifique.

Pero ¿qué es el miedo? Es la sensación de angustia ante la percepción de una amenaza. Aunque, en realidad, no hay nada que sea en sí mismo una amenaza. Una amenaza se convierte en tal cuando no contamos con los recursos necesarios para resolver el problema que se nos presenta.

EL MIEDO ES ÚTIL

Cada vez que nos enfrentamos a una amenaza que supera los recursos que tenemos para resolverla, sentimos miedo.

El miedo es la señal que nos informa de esta peligrosa desproporción. Es como el dolor, una señal que nos envía el cerebro para indicarnos que un zona de nuestro cuerpo está en peligro. Si bien no es grato recibir esos mensajes, es lo que nos permite retirar la mano del fuego antes de quemárnosla por completo. El miedo cumple la misma función: nos alerta de los peligros para hacer posible nuestra supervivencia. Sin embargo, esta señal tan valiosa puede distorsionarse y convertirse en un padecimiento crónico que nos tortura e inmoviliza.

De modo que podemos hablar de un miedo funcional, que nos protege y nos orienta para detectar el problema a resolver, y un miedo disfuncional, que es puro padecimiento estéril.

LOS COBARDES NO EXISTEN

¿Qué contribuye a sentir el miedo disfuncional? Sobre todo ciertas creencias erróneas muy arraigadas como "El problema es el miedo. Si logras no sentirlo, verás que puedes encarar la situación sin dificultad. El miedo es e una emoción negativa que es pura perturbación y el recurso que te permita no sentirlo será de gran ayuda para tu funcionamiento".

De esta creencia surgen frases típicas como: "¡No tengas miedo!", "¡Tienes que vencer el miedo!", "¡No seas cobarde!", "¡El miedo es signo de debilidad!", "¡Los hombres no tienen miedo!".

Esta actitud ha contribuido a convertir el miedo en una emoción indigna. Cada vez que decimos que alguien no hizo algo por miedo, está presente, como telón de fondo, un tono de desvalorización hacia dicha persona. Esto presupone que todos tenemos los mismos recursos par enfrentar los peligros y que algunos, a pesar de contar con ellos, se niegan a hacerlo. A ellos se les llama cobardes.  Esta creencia es falsa porque cada uno tiene recursos distintos y, además, el miedo nada dice de cuántos recursos tengo, sino que simplemente señala la desproporción entre recursos y amenaza. Si tengo muchos recursos, digamos un 100%, y vivo rodeado de peligros, por ejemplo, un 200% viviré continuamente con miedo. Pero si tengo un 10% de recursos y vivo rodeado de un nivel de amenaza de sólo el 5%, no tendré miedo.

Otra actitud errónea, vinculada con las anteriores, pero que por su frecuencia e importancia merece ser destacada, es la que se expresa en la afirmación: "¡Este miedo es injustificado!"

Frases como "La casa es segura", "No puede ser que siendo una persona mayor tenga miedo de quedarse un minuto solo" o "¡Ese miedo es totalmente ilógico..!", expresan la idea de que la situación que es segura para uno debe serlo para todos. En este caso, se desconoce con qué tipo de desproporción peligro-recursos está lidiando quien siente miedo. Desde la ignorancia realizamos esas contundentes afirmaciones que hacen daño a quien las escucha, pues le quitan razón de ser a su miedo y le hacen sentir como alguien con una incomprensible anormalidad.

REACCIONES ANTE EL MIEDO

Una vez que registro una amenaza y experimento miedo, surge una segunda emoción que es mi reacción hacia mi miedo. Como consecuencia de las ideas preconcebidas que acabamos de describir, es muy frecuente que sentir miedo no me parezca adecuado y sienta enojo, vergüenza, impotencia, culpa o miedo por el simple hecho de sentirlo.

Esta segunda reacción, que es la respuesta interior al miedo, es de gran importancia porque es el otro factor del que depende que el miedo se atenúe o se agrave.

EL DIÁLOGO INTERNO

Tal vez resulte extraña para el lector la idea de que exista un diálogo interno en el ue los protagonistas se hablan como dos personas, pero esto ocurre todo el tiempo, aunque no lo percibamos con tanta nitidez.

¿Quién no se ha enfadado consigo mismo alguna vez o incluso avergonzado por haber sentido miedo?

Este recurso psicodramático de los diálogos interiores los introdujo la psicoterapia gestáltica y es una herramienta de extraordinario valor porque le permite, en este caso, a la parte miedosa, vivenciar y expresar lo que siente de un modo directo y sin la intervención de intermediarios. Habitualmente, conocemos mejor nuestra reacción hacia el miedo que el mismo miedo.

En realidad, a nuestra parte miedosa la padecemos mucho pero la conocemos y escuchamos poco.

DARLE VOZ A LA PARTE DÉBIL

Si no se reconoce la parte miedosa, el miedo sigue creciendo, aunque no tenga manifestaciones ostensibles. Aunque la misma exigencia la anestesia temporalmente, en realidad sigue aumentando, ... y un día activado por alguna situación, tal vez menor, irrumpe con toda la fuerza de lo contenido y se manifiesta en ese estado, tan frecuente actualmente, que llamamos "Crisis de pánico".

Curar el miedo es transformar el miedo disfuncional en funcional. Para ello, nos ayudará distinguir, entre los tres principales momentos asociados con el miedo, el contacto con la amenaza, la respuesta al miedo y la reacción interior hacia el miedo expresado. La funcionalidad o no del miedo depende de cómo se lleve a cabo la última fase de esta secuencia, es decir, la calidad de las respuestas interiores que produzcamos en relación al miedo que sentimos.

RESPETO Y CARIÑO

La capacidad que tenemos de autotransformación es enorme, pero sin quererlo, podemos agravar lo que deseamos cambiar. Si, por confusión e ignorancia queremos eliminar, destruir, o ignorar a nuestra parte miedosa, creyendo que ella es un problema, iniciaremos un círculo vicioso negativo en el que el miedo crece.

Pero si podemos escuchar a la parte miedosa con respeto y cariño, ella misma descubre cuál es el problema y cuál es el camino que lleva a su resolución.

Cuando le damos la palabra a la parte miedosa, esta puede decir lo que le daña.

EL INICIO DE UNA ALIANZA

Enfrentarse a los miedos es necesario, pero no debe intentarse sólo a base de fuerza de voluntad, ignorando o anestesiando los temores. Todo lo contrario, debemos escucharlos para generar los recursos de protección frente a los peligros de los que nos hablan. Así, convertiremos el miedo disfuncional en funcional, transformándolo en nuestro aliado más preciado. Una emoción que nos permite alcanzar nuestros deseos protegiéndonos de un futuro incierto.

8 PASOS PARA COMPRENDEDLO

Si sientes algún miedo que te angustia y paraliza, que no te permite llevar la vida que te gustaría, te sugiero que realices la siguiente experiencia:

1. ¿QUÉ TE ASUSTA?

Para empezar, trata de identificar qué es lo que te asusta y a qué le tienes miedo: a la soledad, al rechazo, al abandono, al fracaso, al ridículo, . . .

2. PONLE CARA AL MIEDO

Cuando lo descubras, observa cómo es tu aspecto temeroso. Dibuja en un papel o mentalmente una figura humana que lo exprese, para que lo puedas percibir mejor. Por ejemplo, un adolescente temblando en un rincón o un niño escondido entre las sabanas. Trata de que el dibujo transmita, lo más fielmente posible, cómo te sientes interiormente cuando percibes el miedo.

3. DIÁLOGO CON ÉL

Imagina que ese aspecto está enfrente tuyo. Entrecierra los ojos pues eso te ayudará a conectar mejor con tu interior y observa qué sientes al verlo, y qué opinas de él. Y díselo como si iniciaras un diálogo. al hacerlo, estarás hablándole desde la parte tuya que está en desacuerdo con esa parte miedosa, la evalúa negativamente y quiere cambiarla. En ese momento, esa parte exigente y directora puede expresarse de la siguiente manera: "Lo que siento al verte es ... " y "Lo que me da ganas de hacerte es ..."

4. PONTE EN SU PIEL

Imagina que, por un instante, puedes ponerte en la piel del aspecto miedoso. Para ello, resulta muy útil cambiarse de lugar y ocupar el espacio en donde lo imaginaste. Eso te facilitará ingresar en esa parte de ti mismo. En este momento, la parte temerosa se expresa así: "Lo que siento al oírte es: ..."

5. ¿CÓMO PUEDES AYUDARTE?

Una vez sepas cómo puedes asistir de la mejor manera a tu parte temerosa, desplázate unos centímetros a tu costado para percibir mejor ese nuevo rol. Trata de convertirte en ese ser que le brinda a la parte miedosa el trato que solicitó. Mantén los ojos cerrados o semicerrados, enfoca a la parte miedosa con tu mirada interior y díselo. En este momento, el asistente interior se expresa así: "Lo que quiero decirte es: ..."

7. COMPRUEBA LO QUE SIENTES

Vuelve a tomar entonces el lugar de la parte miedosa, deja entrar lo que acaba de oír y fíjate en cómo te sientes.

8. SIGUE PRACTICANDO

Recuerda que tanto la reacción inicial hacia la parte miedosa como ésta última quieren transformar el aspecto temeroso. Tal vez la primera no lo logre por desconocimiento acerca de qué se debe hacer. La experiencia clínica demuestra que cuanto más se consulta a la parte miedosa acerca de qué trato interno necesita recibir, más se va aprendiendo de ella y más se va capacitando uno para asistirla. Cuando se va logrando esa atmósfera interior de interconsulta y cooperación, la parte miedosa, al sentirse respaldada, encuentra las mejores condiciones para tranquilizarse. Y como cualquier organismo vivo, al operar con el "riego" adecuado a sus posibilidades del momento, crece y se desarrolla hasta alcanzar la plenitud a su alcance.

Dr. Norberto Levy
Médico y psicoterapeuta

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