Ayer fue un día atípico de mi vida cotidiana pero típica en mis momentos de tránsito personal, estuve en mi refugio llamado "Sitges", un día de gran marea. Durante el tiempo que permanecÍ allí tuve varios momentos en que formaba parte del aire, del agua y de la arena, donde todo estaba en pura sintonía, todo tenía un orden y una melodía peculiar de esos instantes, en el que me encuentro en ocasiones.
El día soleado, llevo a una gran cantidad de seres hasta allí, a disfrutar de un día en familia, amigos, risas y juegos, pero el mar decidió que su estancia debía ser corto y con su propósito hizo realidad. Alzo sus olas hasta la cala, poco a poco se fue apropiando de la playa, haciendo que los que no quería que estuvieran, se marcharan. Mojo toallas, ropas, bolsas, ..., se llevo juegos infantiles hasta la orilla pero no los alejo en exceso, ya que solo quería que se fuesen, no que los niños entristecieran.
La noche cayó y la oscuridad dio otro sentido a lo que durante las horas de sol expresaban, la marea ya más baja permitía que ciertos seres nocturnos se divirtieran en el mar oscuro pero acogedor por sus aguas cálidas. Eran momentos de paz, sin bullicio, sin idas y venidas de personas que en su mayoría no la respetan, solo la utilizan y la muestra de ello es que dejan la arena llena de colillas, latas, plásticos, .... ¡qué triste, que esto todavía suceda!...
Al rato de estar en quietud, una vela encendí y en un cierto momento trascendí a otro lugar donde pude de nuevo comprobar que la oscuridad dice más que la luz, la oscuridad habla entre oleada y oleada de un océano infinito, el aire transporta sus palabras para todos, pero muchos no quieren escucharlas si no es en una soledad absoluta en momentos desesperados. La oscuridad no es mala y todos la temen, de ello que no la quieran oír, de ello que la ignoren y solo hagan uso de ella para jugar, para divertirse. La oscuridad oculta lo que realmente son, de ahí sus juegos.
El mar llegaba y cantaba en susurros al llegar y marchaba de nuevo para más tarde retornar, y entre ida y venida nos explicaba con el sonido de sus olas que la vida es una caricia, una melodía que cada uno debe crear, y que él como ejemplo, quería otorgar la sabiduría de algo tan simple como el IR Y RETORNAR que hacia constantemente, dando libertad a la arena en su ida y abrazándola en el retorno, era un modo de vivir en armonía y si del fondo del mar encontraba un tesoro que a la arena la hiciese más bella, él siempre se lo traía, como obsequio por ese amor incondicional que se había creado entre ellos.
Sonreí y seguí allí sentada, contemplando la magia de un día en mi refugio, donde cada vez que voy algo me regala, algo me otorga, algo me hace trabajarme y yo siempre lo acojo con cariño por esa conexión que existe entre el mar y yo.
Un abrazo
Africa
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