sábado, 1 de diciembre de 2012

POR LA LIBERTAD DE LA MUJER MALTRATADA "Carta a un maltratador"

Hoy entré en una red social en la que soy usuaria y visité en el perfil de una amiga a quien quiero muchísimo (me abstendré a poner su nombre, pero ella ya lo sabe de antemano).

El caso es que era mujer maltratada y le costo el poder liberarse de estas vivencias ya que las circunstancias de cada uno son bien diferentes y en cierto modo son las que nos permiten  el poder alejarnos de estos "maltratadores" con mayor rapidez o por el contrario supone un largo tiempo de espera.

La cuestión, es que me produjo una gran alegría el saber que ya había obtenido el divorcio, la felicité porque era el mayor regalo que a sí misma se podía otorgar y de rebote a todo su entorno más cercano y de super-rebote a todos los que la apreciamos. Me alegre muchisimo.

Seguí sus publicaciones y en una de ellas encontré esta carta que creo es un gran reflejo de lo que se sufre en el silencio y de puertas a dentro de un hogar donde el maltrato se vive con desolación por quien lo tiene que sufrir.

Puede que muchos ya lo hayáis leído y en cierto modo no va dirigido a vosotros, sino a quien sufre estas situaciones (1 sola vez) o reiteradamente, la cantidad es lo de menos, ya que después de una siempre habrá una segunda.

Me gustaría que esta publicación llegase a alguien que lo precise  y lo pueda leer y que lloré si realmente ve un reflejo de lo que vive y sepa que no hace falta morir en manos de un indeseable que es de todo menos hombre, y que despierte de tal agonía y coja a sus hijos si los tiene y vaya la comisaria y lo denuncie, antes de que sea demasiado tarde y deje hijos huerfanos..... El maltratador no los cuidará y tú si lo haces,... no lo olvides jamás, ellos te precisan a ti para crecer con amor y seguridad.

Un abrazo de luz

Africa



 
 
* * *
 

Esta carta la escribió un chico de Badajoz, de 2º de bachillerato el año pasado, tuvo tanta repercusión que se extendió por internet como la pólvora, para quien todavía no la haya visto aquí os la dejo ya que a mí también me ha impresionado bastante y me gustaría compartirla con todos ustedes:
 
Carta a un maltratador
 
 Por Fernando Orden Rueda 2º de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz.
 
 II Premio del II Concurso Nacional ‘Carta a un maltratador’, convocado por la Asociación ‘Juntos contra la violencia doméstica’

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu ‘método de disciplina’ intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?
 
Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría..

Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…
 
Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender..
 
Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared.. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.
 
Me puse contento antes de tiempo.
 
Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez…
 
Y sucedió.
 
Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.
 
Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.
 
Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.
Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario