sábado, 17 de agosto de 2013

CULTIVAR LA HUMILDAD

Entregarse con placer a las tareas cotidianas más sencillas o descubrir la belleza de las imperfecciones que nos rodean son dos actos humildes que nos dignifican. Para lograrlo, es necesario desprenderse del propio ego y evitar establecer comparaciones.

La humildad normalmente considerada en oposición al orgullo, es una cualidad del carácter. Pensemos que esta concepción de humildad: acción pura y simple, despojada de todo lo que no es esencial, incluidos nuestros comentarios mentales. El escritor Daisetz Teitano Suzuki cuenta la siguiente historia:

"Dogo tenía un discípulo llamado Soshin. Cuando aceptaron a Soshin como novicio, él esperaba que su maestro le diera lecciones sobre zen, pero Dogo no le mostró ninguna enseñanza especial, o que desconectó y desilusionó a Soshin. 

Hasta que un día le dijo a su maestro: "Ya llevo un tiempo aquí, pero no he oído una palabra relacionada con la esencia de la enseñanza zen". 

Dogo respondió: "Desde que has llegado te he estado dando lecciones de disciplina zen". ¿Qué clase de lecciones? preguntó Soshin. 

"Cuando me traes la taza de té, la acepto, cuando me sirves la comida, la acepto, cuando te inclinas ante mí, te devuelvo la inclinación ¿qué otras enseñanzas esperabas recibir?"

Dogo había impartido su significado profundo de la perdida del propio ego en la simplicidad de las acciones cotidianas.

LA BELLEZA DE LOS ACTOS PUROS

El mundo esta sumamente distraído por la velocidad y la tensión de intentar cumplir con todos sus compromisos. Aunque parezca una obviedad decir que en estas fechas estamos demasiado ocupados, el significado de este hecho tan evidente es motivo de reflexión. Una de las repercusiones de esta situación es que perdemos una enseñanza de inmenso valor: la simple belleza de una acción pura, la que se hace por el placer de realizarla y con conciencia de su propósito manifiesto.

Cuando hacemos algo por costumbre u obligación, con disgusto o de mal humor, o de manera mecánica, estamos infravalorando nuestra acción. Hacemos la colada de la familia con un propósito, para que todos tengan ropa limpia; pero si añadimos amargura a nuestro trabajo, lo despojamos de su dignidad y nos despojamos de la nuestra. Nos convertimos en el lavadero enfadado, demasiado importante para una tarea tan humilde.

Si hacemos el trabajo con atención, incluso con placer, disfrutaremos de las tareas cotidianas y nos dignificaremos al mismo tiempo, ¿por qué los humildes están a menudo de buen humor?

En una ocasión, durante una primera visita a Estados Unidos, Albert Schweitzer, premio Nobel de la Paz, esperaba en la estación de Pennsylvania, en Nueva York, un tren que le llevaría a Colorado. Estaba impresionado ante la magnitud de la gran estación americana, las nuevas impresiones se agolpaban. Entonces, Schweitzer, vio a un mozo de que, en aquel lugar repleto, barría el suelo de la estación con calma, sin reprender a nadie a pesar que la gente seguía tirando basura al suelo. Aquel hombre siguió con su trabajo hasta la salida del tren.

El barrendero actuaba conforme a una creencia que Schweitzer había expresado en una ocasión:

"Solo una persona que puede hallar valor en cualquier clase de actividad, 
y puede dedicarse a todas con absoluta conciencia del deber, 
tiene el derecho interior de emprender alguna actividad 
fuera de lo corriente, en lugar de la que le correspondería naturalmente".

El verano pasado tuvimos la oportunidad de asistir a una clase de alto nivel para jóvenes músicos. Los profesores eeran de los mejores del país, tan exigentes con los estudiantes como consigo mismos. Solo por esto eran admirables. Pero nos conmovieron aún más cuando, al final de un magnifico concierto, se pusieron a ordenar la sala. No lo dejaron para el dueño del local, consideraban que era parte del trabajo. Decía mucho de la gracia y la humildad de esos profesores.

LA LIBERTAD DE LOS HUMILDES

A algunas personas se les da bien realizar actos humildes, siempre están dispuestas a hacer lo que es necesario,  demostrando que dignidad e humildad van de la mano.

Lo que nos asombra de las personas humildes es que son abiertas, naturales y no parecen juzgar a los demás. En este sentido son libres: libres de resistencias, de la carga de la arrogancia, de tener que guardar las apariencias, y de la crítica. No son personas exigentes y saben como servir a los demás. El servicio no consisten en imponer ideas o actos sino en la conciencia receptiva de lo que es necesario hacer.

En el capitulo once de Tao Te Ching, leemos el siguiente poema:

Treinta radios convergen
en el buje de una rueda, ]
y es ese espacio vacío lo que permite
al carro cumplir su función.]
Modelando el barro se hacen los recipientes,
y es u espacio vacío lo que los hace útiles.
Puertas y ventanas se abren
en las paredes de una casa,]
y es el espacio vacío lo que permite
que la casa pueda ser habitada.]
Lo que existe sirve para ser poseído.
Lo que no existe sirve para cumplir una función.

Como se deduce del poema, el humilde poder de la receptividad se olvida con facilidad. ¿Quién se dedica a pensar en el espacio dentro de una copa o en los huecos de las puertas y las ventanas? ¿Quién piensa en el valor de un oído atento, un corazón abierto, una mente serena?

APRECIAR LO SENCILLO

En ese vacío no existe el ego. Pensemos en la costumbre de saludar con una inclinación, que en la mayoría de rituales, sean cristianos, islámicos, zen, ... es un claro gesto de humildad. En ese vacío, el orgullo está llamativamente ausente.

Se dice que el orgullo consiste en pensar que somos superiores a los demás . . . Pero también en creer que somos iguales o inferiores a los demás. Si nos consideramos iguales a los demás, podemos creer que estamos libres de orgullo. Pero el orgullo radica en todos las comparaciones. La persona humilde no se compara tampoco juzga.

En ese vacío tampoco hay avídez. Mahatma Gandhi dijo:

"Lo que ofrece la tierra es suficiente para satisfacer 
las necesidades de cualquier hombre, 
pero no la codicia de cualquier hombre".

El humilde es autosuficiente aunque posea poco.

Puede que nos sorprenda saber que la humildad tiene una dimensión estética. El Wabi-Sabi es una idea japonesa que se refiere a  la apreciación activa de la humildad, a una alegría serena e inefable oculta bajo la absoluta pobreza. Es la cualidad expresada de forma más pura en la ceremonia japonesa del té, que se realiza con una conciencia humilde, atenta en todo momento. Por la misma razón, si podemos percibir la belleza en entornos simples y humildes, estamos avanzando hacia nuestro auténtico hogar en la naturaleza y hacia la plenitud psicológica.

HALLAR Y VALORAR LO ESENCIAL

1. ANALIZAR TUS ACTOS COTIDIANOS

Piensa en actos convencionales de tu vida. ¿Cocinas para tí o para otros? ¿Limpias la casa? ¿Acompañas a los niños a la escuela y a otras actividades?¿Cómo realizas esas acciones? Fíjate en tu estado de ánimo, en tus pensamientos. ¿Estás contento con ellos? ¿Deseas tener pensamientos más simples y tranquilos? ¿Cómo puedes conseguirlo?

2. CENTRATE EN UNA TAREA

Elige una actividad convencional, quizá algo que debas hacer hoy, no exclusivamente para ti, y realizala siendo consciente de su sencillo valor. Intenta prestar atención a la actividad, con la máxima continuidad posible, y no te dejes distraer por pensamientos relativos a cuestiones "más importantes". ¿Cómo te has sentido? ¿Has encontrado nuevos intereses?

3. PIENSA EN PERSONAS ÍNTEGRAS

Reflexiona sobre la dignidad de aquellas personas de tu vida que muestren el rasgo de la humildad. ¿Les reconoces realmente mérito? ¿Puedes pensar en una forma de honrar o, incluso, de emular su humildad?

4. CONOCE LA EXPERIENCIA DE OTROS

Busca información acerca de Florence Nightingale (pionera en la práctica de la enfermería), la madre Teresa de Calculta, Albert Schweitzer, Raoul Follerau (escritor francés dedicado a combatir la miseria) . . . Lee sus relatos sobre cómo las personas a las que servían, mediante su humildad, les aportaron una alegría, una espiritualidad y una gracia extraordinarias. Estas historias son potentes recordatorios de la humanidad que compartimos con todos los demás.

5. DETECTA LOS ASPECTOS BANALES

Piensa en actividades que admiras y que consideras de la mayor importancia: escribir un libro, organizar un congreso, enseñar a alumnos prometedores o ser miembro del Parlamento. Considera también los aspectos banales de esos trabajos: las interminables revisiones de un libro, los miles de correos electrónicos y llamadas de teléfono para organizar un congreso, los montones de exámenes que un profesor debe evaluar, las aburridas reuniones de un diputado...

6. RECUERDA TU COMPORTAMIENTO

Recuerda una situación en que te hayas comportado con orgullo o arrogancia. ¿Cómo te sentiste después? Intenta recordarlo con detalle. Después, recuerda una ocasión en que te comportaste con humildad ¿Cómo te sentiste entonces? ¿Cómo te hace sentir ahora?

7. PRACTICA LA VISUALIZACIÓN

Para adoptar las cualidades de la humildad y la dignidad, intenta este ejercicio de visualización: estando relajado y cómodo, reflexiona unos minutos sobre la humildad. Deja que vuelvan recuerdos e imágenes. A continuación, elige la imagen que mejor simbolice esa cualidad para ti. Dedica un minuto más o menos a retener esta imagen.

8. OBSERVA A LOS DEMÁS

A lo largo del día, fíjate en personas que realizan sus tareas habituales: porteros, tenderos, conductores de autobús, recepcionistas, directores, policias, conductores de ambulancia, médicos, ... Se tarda muy poco tiempo en ver que sus trabajos están repletos de detalles banales.

9. EJERCITA LA CREATIVIDAD

Haz dos dibujos, o escribe dos poemas, o redacta dos fragmentos de prosa, o esculpe dos figuras: uno que represente el orgullo y el otro, la humildad. Fíjate en cómo te hace sentir cada tarea. Mira los productos finales: te informarán más sobre estas dos características que nada de lo que puedan enseñarte.

10. BUSCA "WABI-SABI"

Hojas caídas, flores pisoteadas, hierro oxidado, cualquier cosa imperfecta, vieja, deteriorada o inútil. ¿Qué te enseña? ¿Ves belleza? ¿Es un día gris y nublado también hermoso  o solo deseas un cielo azul y soleado?

Piero Ferrucci y
Vivien Reid
Psicoterapeutas expertos
en psicosíntesis

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