sábado, 28 de diciembre de 2013

¿CUÁL ES EL SENTIDO DE TU VIDA?

Llenar nuestra vida de sentido nos conecta con la belleza y nos une a los demás. Cuando se vislumbra la plenitud, empieza a desaparecer la sensación de vacío. Para mantener en el corazón esa agradable emoción hay que ahondar primero en nuestros sentimientos, aprender sin fatiga de nuestros errores y poner la acción en la certeza indiscutible de que un mundo mejor es posible para todos.

Los niños que nazcan en estos tiempos pueden llegar a vivir cien años. Es la conclusión a la que llega, a través de de distintas herramientas de investigación, una de las nuevas ramas de la ciencia médica: Medicina Antienvejecimiento (MA).

La MA estudia los factores que contribuyen al envejecimiento o al desgaste prematuro de nuestro organismo, además de advertirnos sobre cuáles se pueden prevenir y sobre cómo hacerlo.

Asimismo, la Medicina Antienvejecimiento señala la existencia de tres edades diferenciadas en cada ser humano: la cronológica (número de años vividos), la biológica (estado y desgaste del organismo) y la psicológica (maduración y evolución mental y emocional). Estas edades no siempre están sincronizadas y suelen correr por diferentes rieles. A mediados del siglo XIX, el promedio de vida no superaba los 40 años en la mayoría de los países occidentales, mientras que en la actualidad oscila entre los 77 y los 81 años.

LA SEMILLA Y EL ÁRBOL

Acaso al terminar de leer el párrafo anterior lamentes no haber nacido hoy. Pero no es necesario que lo hagas, no todo el secreto esa en acumular años en nuestra biografía. Realmente, ¿vivir mucho es de por sí vivir una existencia trascendente y henchida de sentido? Si respondemos a esta pregunta, veremos la vida como algo más que una suma de años.

El poeta griego Píndaro (h.518-438 a.C), famoso por sus odas, que se han conservado en papiros, escribió:

"El hombre debe llegar a se lo que siempre ha sido".

¿Qué puede significar esta afirmación? Píndaro decía que en la semilla está el árbol, que la vida de cada uno de nosotros tiene, desde el comienzo, una razón y que la comprenderemos en la medida en que desarrollemos todas nuestras potencialidades.

Somos semillas que tienen un árbol completo en su interior y necesitan las acciones y las condiciones que les permitan plasmarse. Cuando el árbol está en flor, es lo que siempre ha sido; aquello único, irreemplazable e intransferible que estaba en la semilla.

CAMBIAR LAS PREGUNTAS

Como no hay dos semillas iguales, ni jamás las hubo, no existen dos personas idénticas ni la habrá. Por tanto, cada vida debe seguir su propio cauce y allí encontrará su sentido, que es también único. Mientras esto no ocurre nos sentimos insatisfechos, inquietos, a veces notamos una desazón o un desconcierto que no sabemos a qué atribuir.

"Lo tengo todo, podemos pensar, una buena pareja, un trabajo, amigos, viajo a menudo, el móvil no para de sonar, mis hijos están sanos, puedo permitirme tener algún que otro gasto extra... Entonces, ¿por qué no estoy en paz si nada me falta?. Y, en ciertas situaciones, también nos cuestionamos: " ¿Qué será de mí? ¿A dónde me llevará la vida?. Según Viktor Frankl (1905-1997), neurólogo y psiquiatra austriaco fundador de la logoterapia, y que vivió recluido durante seis años en un campo de concentración, este tipo de preguntas nos confunden y angustian en lugar de se clarificadoras. No somos nosotros, afirmaba Frankl, quienes debemos hacer preguntas a la vida, es ella quien nos interroga: "¿Qué harás conmigo? ¿Qué sentido me darás? ¿Para qué estás en mí?

La vida no nos interroga con palabras sino con situaciones, las que nos toca vivir en el transcurrir diario. Nuestras respuestas, por tanto, tampoco serán con palabras sino con situaciones, las que nos toca vivir en el transcurrir diario. Nuestras respuestas, por tanto, tampoco serán con palabras sino con acciones. Cada acción es el producto de una decisión, y todas ellas, engarzadas como las cuentas de un collar, dibujan el sentido de nuestra vida. No el de la vida en términos generales y abstractos, sino el de la nuestra, la existencia de cada uno de nosotros de manera específica y única.

RESPONDER CON ACCIONES

Cuando pensamos en el sentido de nuestra vida, en lugar de preguntarnos por qué vivimos o por qué estamos aquí, correspondería plantearse para qué vivimos. Ese para qué adquirirá en cada individuo una expresión única y particular, pero que siempre incluirá a los demás.

El sentido de nuestra vida surgirá en la medida en que podamos elevar la vista desde nuestro ombligo hacia el horizonte. Mientras la mirada esté fija en el, ombligo, únicamente nos veremos a nosotros, cuando busque el horizonte, aparecerán los demás, aquellos con quienes nos vinculamos, los que componen con nosotros la compleja, sutil y sagrada trama de lo humano. Eso que le da sentido a nuestra vida será, siempre y de un modo inevitable, algo que nos mejora tanto a nosotros, como  los demás y al contexto en el que vivimos.

Se trataría de aportar nuestro granito de arena para mejorar el mundo, intentar dejarlo mejor de lo que lo encontramos. Cada persona puede hacerlo. Algunas desde su trabajo o desde su arte, desde su profesión, desde el servicio que estén dispuestos a prestar, conduciendo a sus hijos a convertirse en seres libres, autónomos y con valores, trabajando por la Tierra, que es nuestro hogar.

EL AGUA Y LA SED

Para cada ser humano existe un sentido de vida que hay que desentrañar y expresar. Y hacerlo es nuestra responsabilidad, es algo que nadie puede hacer por nosotros. Mientras no lo hacemos, nos sobrevuela aquello que se conoce como angustia existencial, una sensación de vacío o de "sin sentido".

Una extraña sed imposible de saciar ni con las cosas materiales, de las que nos rodeamos hasta el agobio, ni con las sucesivas relaciones que iniciamos y dejamos. Tampoco la atenúan las experiencias extremas que a veces consumimos, una detrás de otra, en el intento de "sentir", "vibrar", o percibirnos "vivos". Decía Frankl que la mejor prueba de la existencia y la necesidad del agua es la sed. Del mismo modo podríamos afirmar que la prueba de que es necesario descifrar y consagrar  el sentido de cada vida es esa sensación de vacío y descontento que se instala cuando no lo hacemos.

Y para ello es esencial, volviendo de nuevo a Viktor Frankl, la voluntad, de sentido, aquello que nos induce a comprometernos, y aun a sacrificarnos, para servir a nuestros seres queridos, que nos motiva a crear obras por las que sentimos inclinación y adentrarnos en ámbitos vitales que nos atraen. Cuando lo hacemos, se activan las áreas de confianza innata que existen en nosotros.

LA BÚSQUEDA DEL TESORO

¿Y cómo se busca el sentido? En primer lugar, y aunque parezca obvio, buscando, preguntándonos por nuestras necesidades  por nuestras necesidades y vocaciones más profundas, por nuestros vínculos, por aquellos intereses que nos ligan a los otros, por los servicios que podemos prestar.

En segundo lugar, ampliando el campo de búsqueda, sin contentarnos con una sola mirada, profundizando en nuestros interrogantes. Se amplia nuestro campo de búsqueda cuando nos internamos en actividades, círculos, experiencias, lecturas, aprendizajes o exploraciones geográficas que, hasta el momento, nos eran desconocidas. Si lo hacemos de una manera consciente y atenta, prestando atención a nuestros sentimientos, sensaciones, pensamientos y evocaciones, allí puede despuntar una pista acerca de algo que nos conecte con nuestra noción de sentido existencial.

Por último, sabrás que estás conectándote con aquello que le da sentido a tu vida cuando percibas lo bello, cuando sientas que tu sensibilidad se agudiza, cuando comiences a percibir aquello que te une con los demás más allá de lo superficial, cuando no actúes buscando recompensas o elogios sino, simplemente, porque sientes que quieres hacerlo, que eso es lo que te llena.

Aquello que da sentido a nuestra existencia (se trate de lo que se trate) será siempre algo que mejora y preserva la vida como ese milagro que nos involucra a todos nosotros.

¿QUIÉN QUIERE VIVIR CIEN AÑOS?

Pero volvamos al principio del artículo, cuando hablábamos de la Medicina Antienvejecimiento y de la posibilidad de vivir cien años. ¿De verás te lamentas, ahora, de no haber nacido hoy?

Quizá no se trate de tener una vida corta o larga en términos cronológicos, sino de disfrutar de una existencia responsable, construida sobre valores ciertos que consigan que cada uno de nosotros sea bueno para el mundo que nos ha tocado vivir. Y ese mundo empieza en tu entorno. No importa cuándo dure, una vida con sentido es siempre importante y cada uno de sus instantes es eterno.

Sergio Sinay
Periodista y terapeuta Gestáltico

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