viernes, 30 de agosto de 2013

SIN ÁNIMO DE OFENDER

Alguna que otra vez hemos sentido que nos rechazan, que nos faltan al respeto, que nos critican, ... Ofender y sentirse ofendido es fácil. Pero también es posible detectar estas amenazas y encontrar una salida adecuada para nuestras emociones.

Un famoso y pomposo escritor conversaba con un joven fotógrafo en una reunión. El escritor había visto algunas de sus fotografías y había encontrado sus composiciones bastante interesantes. Al despedirse, el escritor le dijo al fotógrafo:

- Usted seguramente, tiene una magnifica cámara fotográfica.

A lo que el fotógrafo repuso:

- Y usted una magnifica máquina de escribir.

Las ofensas pueden ser tan sutiles que pasan desapercibidas, pero lo cierto es que, de forma consciente o no, lanzamos y recibimos mensajes que contaminan el medio emocional interior y exterior. Son tres los factores que deben coincidir para que esta contaminación se produzca: un ofensor, una ofensa y alguien susceptible de ofenderse.

Los agravios son contaminantes tóxicos, innecesarios, generadores de sufrimiento y destrucción. Empeoran el clima emocional global, producen malestar y enfermedades. Realmente, acumular ofensas es antiecológico y poco inteligente.

CUESTIÓN DE ELECCIÓN

La ofensa es un arma capaz de herir el amor propio. Es una creación propiamente humana que deriva de la conciencia del ego, y sus pilares son la soberbia y el narcisismo. Sin orgullo, ni creencias, no hay ofensas. El sentimiento de ofensa no está genéticamente programado; es un producto tóxico generado por nuestra incompetencia emocional.

Todas las ofensas son vividas como agresiones, aunque no todas las agresiones provocan el sentimiento de ofensa. Lo cierto es que, ante el mismo estímulo, sentimos y actuamos de formas muy diferentes en función de nuestros recursos personales, es decir, en función de nuestra inteligencia emocional, de nuestros valores, de nuestra flexibilidad mental y de nuestro sentido del humor.

Os explicamos la anécdota protagonizada por el dramaturgo George Bernard Shaw, quien escribió al político Winston Churchill, la invitación siguiente: 

"Estimado Sr. Churchill: le adjunto dos entradas para mi nueva obra de teatro que se inaugura el jueves por la noche. Le ruego venga y traiga un amigo, si tiene uno"

A lo que Churchill respondió:

"Estimado Sr. Shaw: Lo lamento, pero tengo un compromiso y no podré acudir a la inauguración. Pero iré a la segunda función, si es que hay una".

Hay dos cosas infinitas: El Universo y la estupidez humana. Así lo afirmó el científico Albert Einstein. No es necesario que exista un ofensor consciente para que alguien se sienta agraviado, ni siquiera que el ofensor sea una persona (hay quien vive ofendido con la vida o con su suerte). Se puede ofender consciente o inconscientemente, sin quererlo, sin saberlo o por mero hecho de existir. Para convertirse en ofensor, solo se precisa la existencia de una persona que sea susceptible de sentirse ofendida.

No obstante, hay quienes hacen de la ofensa todo un arte. Muchas veces son personas inseguras, posesivas y poco asertivas, con un bajo nivel de desarrollo de su proyecto de vida y con un pensamiento rígido. La ofensa es la forma desadaptativa que han elegido para relacionarse consigo mismos, con los demás, y con el mundo.

Un malestar físico y emocional invade al ofensor crónico. Su mundo no tiene demasiado sentido y se siente en inferioridad de condiciones. Lo sepa o no, está ofendido consigo mismo por no saber gestionar con éxito su propia vida y nada hay más dañino que alguien descontento movido por el pánico y la desconfianza; desde su impotencia, puede decidir que su única opción para salir adelante es hundir a los demás.

ELABORAR RESPUESTAS ECOLÓGICAS

Según el filósofo Lou Marinoff, las personas que buscan motivos para ofenderse siempre los encuentran, porque son ellas quienes tienen un problema, necesitan ofenderse.

Los seres humanos, ante una amenaza reaccionamos para protegernos, estamos programados para la defensa. Entonces ¿qué sentido tiene la ofensa? Para no vivir eternamente ofendido, es importante aprender a protegernos de aquello que consideramos amenazante. Se trata de no entrar en la espiral del agravio y dar la salida adecuada a las emociones caóticas que surgen cuando nos sentimos heridos.

Podemos percibir la ofensa como un peligro ante el que vamos a reaccionar, o como una oportunidad a la que vamos a responder. En el primer caso, la negaremos o la retendremos, acumulando agresividad y toxicidad en nuestro interior; incluso podemos dar salida a nuestra agresividad con actitudes violentas. En el segundo caso, canalizaremos asertivamente las emociones caóticas de forma que nuestra respuesta supone dar un paso adelante en nuestro proceso de crecimiento personal.

Quien vive ofendido lleva una carga demasiado pesada: soledad, relaciones poco gratificantes, amargura, dolor, impotencia, desilusión, ... El medio emocional interior, contaminado, acaba afectando al clima emocional exterior. La persona que se siente agraviada se obsesiona con el daño recibido y va elaborando pensamientos recurrentes que abren, una y otra vez, la herida inicial. Se pierden de vista las cosas buenas, amables y bellas. Anclada en el pasado, la mente deja afuera lo mejor del presente, sufre y hace sufrir. En este momento se hace urgente, entonces, liberarse de esa contaminación.

GESTIONAR EL CAOS EMOCIONAL

Buscar a los culpables de la ofensa, para castigarlos, vengarnos o intentar cambiarlos o quejarnos y adoptar el papel de victimas son estrategias que nos generan más sufrimiento. Lo cierto es que podemos hacerlo mejor. Es importante reconocer las emociones que nos conectan con la ofensa (celos, envidia, pesar, arrepentimiento, desasosiego, ira, resentimiento,sufrimiento...).

A partir del conocimiento de las emociones, podremos desactivarlas y canalizarlas de forma emocionalmente ecológica.

Esta es la historia de una ostra que un día descubrió que un grano de arena se había alojado en el interior de su concha. Aunque era una sola, le causaba mucho dolor, porque las ostras a pesar de ser organismos muy sencillos, también tiene sentimientos ¿se quejó aquella ostra del cruel destino que condujo a su lamentable situación? ¿Maldijo al Gobierno que lo había permitido? ¿Sostuvo que el mar tenía la obligación de protegerla? - No - Se dijo la ostra. - Ya que no puedo expulsar el grano de arena, trataré de mejorarlo.

Así pasaron los años y la ostra llegó a su destino final a manos de un pescador. El grano de arena que tanto le había hecho sufrir se había convertido en una hermosísima perla de brillo esplendoroso.

Jaume Soler y Mercé Conangla
Creadores de la Fundació
Ámbit de Barcelona

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