jueves, 26 de septiembre de 2013

MEDITACIONES "IDEAS PARA CAMBIAR EL MUNDO"

A veces caemos en el absurdo de querer cambiar el mundo sin cambiar antes nosotros. Otras, nos perdemos en los laberintos del cambio personal y nos olvidamos de todo lo que nos rodea. Meditación y acción han discurrido hasta ahora por caminos paralelos, pero solo uniéndolos es posible una transformación en profundidad.

VIVIR LA CRISIS COMO UNA OPORTUNIDAD

El cielo se me cae encima. Todas las expectativas se desmoronan. Te sientes como un árbol en invierno, tembloroso y desvalido en medio de un violento temporal. Estas en crisis.

Buscas consuelo espiritual, buceas en los libros de autoayuda, te pierdes en el barullo de la filosofía y al final, encuentras consuelo donde menos lo esperabas: en los manuales de economía. abres uno de tantos al azar y te topas con una cita de Paul Romer, de la Universidad de Nueva York (EE.UU), finalista del premio Príncipes de Asturías de ciencias Sociales 2013 "Una crisis es una tremenda oportunidad que no podemos desaprovecharla"

Sigues su consejo y te desdoblas prodigiosamente. Te conviertes en un frío analista de tus propias circunstancias. Estudias minuciosamente las causas que determinaron esta subida fulgurante que propició la gran caída.

Las veías venir, pero poco hiciste para evitarla. Las crisis suelen llegar precedidas de una borrachera delirante. Las acciones, como las emociones, se hinchan por encima de su valor real. La vida parece mucho más excitante desde allí arriba, ajena a la fuerza de gravedad. Pero llega el momento en que la burbuja se pincha y hay que tocar tierra. Y es bueno tocar tierra.

No se puede torear una crisis confiando en que tarde o temprano pasará. Hay que llegar hasta el fondo o incluso, dejarse voltear. Morder el polvo si hace falta, psaarlo mal. Y luego sacudirse la zozobra.

Caen finalmente en tus manos las palabras del experto en resiliencia Paul Stoltz, que habla de "las potenciales ventajas de la adversidad" y te invita a convertir los momentos de crisis en "experiencias de adversidad". La crisis, al fin y al cabo, es la máxima expresión del cambio.

GANAR PERSPECTIVA

Es una sensación parecida a la que se experimenta cuando uno viaja en avión, atraviesa el cielo encapotado y, de pronto, el solo emerge por encima de un mar inabarcable de nubes. La luz se vuelve nítida, el horizonte se ensancha y parece no tener límite, La mirada se pierde en el infinito y la mente se contagia de una amplitud.

Adiós a esa visión constreñida que teníamos del mundo. Vivíamos bajo un falso techo y ahora nos damos cuenta. Volábamos con el piloto automático: nunca creímos que existiera vida más allá de los nubarrones.

Prefiero no hablar de "iluminación" ni usar cualquier otro término que tenga connotaciones espirituales. Quiero pensar que todos los seres humanos pasamos un día u otro por ese giro en el percepción, de las cosas, y que la estrechez de miras y la rigidez mental no son sino fruto de una autoridad impuesta.

El cambio social no será posible si antes no se produce una transformación personal. Y para alcanzar ese punto hay que escalar una cima. Abrir el objetivo. Ganar perspectiva. Contemplar la vida en toda su anchura.

ROMPER LA RUTINA

 De vuelta a la rutina. Atrapados sin remedio en el redil del tedio. El mismo espacio, la misma silla, la misma mesa, la misma asfixia. Una agónica sucesión de días y más días.

Decía el escritor Henry David Thoreau que no hay aspiración más elevada que mejorar la calidad de nuestros días. Del budismo zen tomamos prestada otra enseñanza: cada jornada es una vida, y la manera en que afrontemos la realidad cotidiana será el espejo en el que nos miraremos al final de nuestros días.

Aunque es muy sencillo instalarse en la inercia. Nos vamos vovliendo cómodos y acabamos cayendo en el "más vale malo conocido ..." Porque la rutina es algo más que un hábito: es una larva que te carcome por dentro, una actitud que se enquista. La actitud del conformismo y el camino trillado.

Pero ha llegado la hora de plantarle cara a la eterna letanía. Vamos a dejar de comportarnos como autómatas en la gran cadena de producción. Vamos a proponernos un reto tan simple como ambicioso: que nunca haya dos días iguales en nuestra vida.

CULTIVAR LA SERENA INQUIETUD

No volverás a meter el mismo pie en el mismo río, vino a decir Heráclito. Pero algo tendrán siempre en común esas aguas, por rápido que bajen. Y siempre algo habrá de invariable en tí, aunque tu sangre se renueve constantemente.

Sin prisa pero sin pausa, todo cambia y todo sigue igual. La vida fluye constantemente y tiene también un punto de inexplicable quietud bajo la gran mentira de la velocidad y el vértigo.

Los tiempos que corren nos arrastran. La vida moderna nos hace devotos de la acción por la acción. Huyendo de la agitación sin fin buscamos inútilmente el extremo opuesto el nirvana, la ataraxia, el exilio interior. Olvidarnos que entre un punto y otro de la cuerda está la serena inquietud: un impulso que es al mismo tiempo ancla y timón, acelerador y freno, agua y fuego, ansia y sosiego.

A lo mejor la vida no es más que eso: trepidante contemplación, callada turbulencia. Eterna disputa entre esas dos fuerzas que nos empujan a pisar tierra firme o a lanzarnos sin paracaídas a un mar de nubes inciertas.

DESAPEGARSE DE LAS POSESIONES

La vida es como un viaje en globo. A veces no queda otra salida que soltar lastre.

Pero el viento sopla en nuestra contra. nos han adiestrado en la cultura del exceso. Vivimos tan aferrados a nuestras posesiones que cualquier pérdida nos parece irreparable. Tanto tienes, tanto vales.

Y eso por no hablar de nuestras "posesiones" inmateriales. Nuestros principios, nuestras creencias, nuestras convicciones, nuestros prejuicios. La mayoría de nosotros seguimos aferrados a ideas que ya teníamos hace diez o quince años. Las llevamos superpuestas, nos hundimos con ellas.

por eso conviene "vaciarse" de vez en cuando, sentirse liviano, ganar altura... Es bien cierto: somos unos consumados inexpertos en el arte del desapego. Tenemos que aprender a cultivar una actitud menos posesiva de las cosas, de las ideas, de las emociones. Tenemos que desprendernos con total ligereza del exceso de equipaje acumulado durante años. A volar, que son dos días!

QUEJARSE BIEN

Al principio fue la queja. Todo acto de rebeldía empieza así, por una impostura. Las cosas no funcionan como deberían, las injusticias tienen un límite, la situación tiene que cambiar...

El problema es que las quejas muchas veces se estrellan contra el muro implacable de la realidad (la queja imposible). O no alcanzan su objetivo (la queja mal canalizada). O acaban perdiéndose en generalidades y no van al grano (la queja errónea). En cambio, la "buena queja", según el filósofo Julian Baggini, es específica, concreta y bien proporcionada. Y más allá del simple lamento, tiene que ir arropada con una acción positiva. En caso contrario, se queda en frustracción o indignación.

La queja es un acto secular, universal y humanista: todas las luchas comienzan por una queja. Aunque quizá no exista mejor consejo que el del teólogo Reinhold Niebuhr para saber cómo y cuándo levantar la voz: "Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para distinguir entre ambas".

DAR Y COMPARTIR

Hasta ahora dos palabras proscritas. durante decenios, el enriquecimiento personal, la competencia salvaje y la zancadilla al prójimo han sido las reglas incuestionables de nuestro sistema económico. Pero ahora no vamos a culpar a Adam Smith de todos los males que nos aquejan. Mucho ha llovido desde la aparición de "La riqueza de las naciones" (1776). Y ha sido malinterpretado por muchos desde entonces, anteponeidno el afán de lucro y el "gen egoísta" a todos los otros factores de la vida.

Estamos donde estamos, sin más. Llevamos cuatro años intentando salir de la ciénaga con los remos gastados. Nos aferramos al bote salvavidas cuando a lo mejor va siendo hora de tomar el timón y salir al encuentro de muchos otros que también están buscando respuestas en medio de la tormenta.

Curiosamente, el mensaje hiperconsumista de la última década está dejando paso al de "dar y compartir", más a tono con los tiempos que corren, Gift y share: palabras mágicas que ya nadie traduce y que logran el efecto multiplicador del pan y los peces en las Redes.

HACIA UNA ECONOMÍA ECOLÓGICA

La economía es de Marte, la ecología es de Venus. Lo que hemos vivido en las últimas décadas es el permanente desencuentro entre dos ramas que, se supone, deberían brotar del mismo árbol. Pero estas dos ciencias han estado durante mucho tiempo a palos y es ahora cuando recogemos los frutos .... podridos.

La economía y la ecología deben encontrarse necesariamente en la Tierra, y en eso estamos. Al fin y al cabo, la raíz de ambas es la misma: oikos, la casa (o sea, el planeta que nos da cobijo). La diferencia está en todo caso en la "savia": la primera debería velar por la administración y la gestión de los recursos, y la segunda, por el conocimiento y el cuidado de ese gran ser vivo que llamamos Gaia. 

Después de la delirante aventura interplanetaria, el aterrizaje forzoso de 2008 debería servir finalmente de punto de encuentro "¡A la ecología por la economía!", debería ser el lema, hasta llegar a la inevitable convergencia.

Porque lo último que necesitan la economía y la ecología es una nueva guerra, después de las armas de destrucción masiva empleadas en el último decenio. Llegados a este punto, se impone necesariamente una tregua por el bien común y por nuestra propia supervivencia.

paul Gilding, ex director de Greenpeace y autor del libro "The great disruption. How the cilmate crisis will transform the global economy" ("La gran disrupción. como la crisis climática transformará la economía global"), convocó el año pasado a empresarios y expertos en marketing, y les pidió encarecidamente que trabajaran por dar un giro copernicano a nuestra visión del planet. "Hemos llegado al pico" del estado de negación en el que vivíamos. La economía necesita tocar tierra y recuperar su propósito real, mejorar nuestras vidas".

Es hora de trabajar codo con codo con la ecología y aprender la lección "circular" de la naturaleza: todo se aprovecha, nada se derrocha.

Carlos Fresneda
Periodista  especializado
en ecología y medio ambiente.

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