jueves, 19 de diciembre de 2013

FLUIR CON EL CUERPO

Lágrimas, saliva, sangre. Los fluidos corporales son elementos inseparables de nosotros mismos y de la vida. Nos protegen y nos curan. Sin embargo, una mirada estética y social nos impide reconocer su verdadera importancia.

"Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?
Lloro, señor, el agua
de los mares"

Federico García Lorca

Federico Garcia Lorca nos recuerda que lloramos agua del mar. ¿qué tendrá el agua que tanto nos protege y mima? Somos agua, agua de mar, fluido con fluidos llenos de vida. Nuestro cuerpo está constituido por un 60% - 80% de agua; la mayor parte se encuentra en el interior celular y el resto, bañando las células. Nuestro primer habitat, el líquido amniótico, es de una composición muy similar al agua de mar. Y el sabor salado de nuestros fluidos corporales demuestra nuestro origen marino, como ya postuló el biólogo francés René Quinton en 1904. Así pues, nuestro cuerpo es como un océano en miniatura en el que flotan las células, el medio interno de cuyo equilibrio depende la salud. Los fluidos nacen en las glándulas salivares, sudoríparas, mamarias, testiculares, lagrimales, ... que están formadas por un tejido epitelial glandular cuyas células transforman los componentes de la sangre en saliva, sudor, leche, semen, lágrimas. Fuente de vida y salud, los fluidos corporales nos acompañan a lo largo de la vida y, sin embargo, pueden provocar reacciones de rechazo y repulsa en muchas culturas y religiones, para las cuales "la carne" y sus fluidos se asocian a pecado e impureza, creando una herencia de memorias activas que provocan reacciones de asco y rechazo.

El asco cumple una función fisiológica de protección frente a posibles contaminaciones: nos avisa de lo que no nos conviene. Aún así, sentir asco hacia los propios fluidos refleja odio y rechazo hacia uno mismo. No es casual que en algunos procesos terapéuticos que persiguen la conciliación con el propio cuerpo se recomiende a las mujeres, como hace el controvertido artista y escritor Alejandro Jodorowsky, una práctica de psicomagia que consiste en pintar un autorretrato con la sangre menstrual propia para enviarlo, dignamente enmarcado a los padres.

CONTRADICCIONES

Sin embargo, en torno a los fluidos se produce una serie de paradojas. Por ejemplo, ¿cómo puede ser que el sexo tan agradable a pesar de que se den intercambios de fluidos que en otro contexto pueden resultar repugnantes? Charmaine Borg y Peter de Jong, investigadores de la Universidad de Groningen (Holanda) encontraron la respuesta: la excitación sexual disminuye la reacción de repugnancia.

Más ejemplos: existen personas que sienten rechazo hacia su saliva o su mucus cervical y, sin embargo, pueden aplicarse sin reparo cremas elaboradas con baba de caracol, extracto de placenta o veneno de serpiente. Otras se olvidan de su repulsión hacia la sangre cuando comen una morcilla, elaborada con sangre de cerdo. También se acepta sin reparos la leche artificial para lactantes que procede de vacas de las que se descompone su alimentación y medicación y, sin embargo, si una madre lactante tiene que tomar algún medicamento, su leche está bajo sospecha. Lamentablemente, eso supone en muchos casos el fin del amamantamiento..., a pesar de que la mayoría de los fármacos habituales son compatibles con la lactancia materna.

UNA NUEVA PERSPECTIVA

El viejo paradigma científico ha estudiado los fluidos para encontrar microbios patógenos, provocando lo que el microbiólogo aragonés Juan José Marcén llamaba "malditismo microbiano", que asocia los fluidos corporales con fuentes de contagio, ignorando el papel beneficioso del mundo microbiano. Y eso que el propio Luis Pasteur dijo que "el microbio es nada, el terreno es todo". Veamos algunos fluidos vitales desde otra perspectiva:

Las lágrimas lubrican, oxigenan y protegen frente a microbios patógenos porque contienen varias sustancias bactericidas. Además, llorar tiene efectos calmantes porque se elimina adrenalina y oxitocina.

La saliva es curativa. El gesto instintivo de chupar una herida es pura sabiduría orgánica, porque con la saliva llevamos con nosotros un botiquín siempre disponible: excelente desinfectante, contiene sustancias bactericidas, antivíricas antifúngicas, antiinflamatorias, cicatrizantes y calmantes del dolor gracias a la opiorfina, seis veces más potente que la morfina. Andrés Zuno Arce explica sus propiedades en ¿Qué cura la saliva y por qué? (Berbera).

Por otra parte, besar enriquece la flora microbiana. Así, cuando los amantes se besan, intercambian y comparten mares salivales, juegos de lenguas y todo un mundo microbiano que les mantiene conectados. En un mililitro de saliva hay unos cien millones de bacterias beneficiosas que ejercen un efecto probiótico de curación frente a bacterias patógenas.

La sangre menstrual contiene células madre, procedentes del revestimiento interior del útero, que son autorrenovables y pueden ser fácilmente recolectadas, procesadas y críopreservadas para posibles terapías que pueden surgir en el futuro para curar enfermedades degenerativas como la artritis, la esclerosis múltiple o el Alzheimer. De nuevo, la ciencia demuestra que prácticas ancestrales, como usar la sangre menstrual para tratar las heridas y fertilizar la tierra, no iban tan desencaminadas.

El líquido amniótico también contiene células madre, que tienen la capacidad de diferenciarse en células nerviosas, hepáticas y óseas.

El mucus cervical contiene entre un 92% y un 95% de agua, sales minerales y mucina (proteína con capacidad de crear geles). Se produce en unas glándulas llamadas criptas cervicales situadas en el interior del cuello del útero, un órgano tan preciso y complejo como el ojo humano, según palabras del profesor sueco de biofísica médica Erik Odeblad.

FUENTE DE VIDA

Hoy, la percepción de la realidad de nuestros fluidos está distorsionada por la carga de los miedos y el desconocimiento. Para borrar la asociación entre fluidos y pecado o peligro, hace falta un trabajo de autoconocimiento, tomar conciencia para poder percibirlos como una bendición sin la cual la vida no sería posible, y saber que intercambiar fluidos, amar y saborearse, lamer y reconocer es bucear en el mar que nos inunda de vida.

María Jesús Blazquez
Bióloga y Posgrado en Medicina Naturalista

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