domingo, 21 de febrero de 2016

RELACIONES

Un bosque nos muestra más de lo que podemos apreciar, pero dependerá desde el lugar donde lo contemples y te encuentres. Si lo haces desde afuera, verás un enorme espesor verdoso, bello y gratificante que se extiende por un amplio espacio, silencioso y misterioso. 

Pero si decides contemplarlo desde el interior, puedes llegar a sorprenderte de la gran belleza oculta, llena de vida y sientes como ese espesor se convierte en algo más que el verdor bello y gratificante, donde el amplio espacio está compuesto por enraizados caminos donde cada árbol tiene su lugar establecido, donde uno al lado del otro se apoyan y motivan para que sus crecimientos sean lentos pero constantes en busca de esa luz que tanto necesitan, silenciosos pero ruidosos por esa vidas que los acompañan porque ellos son su cobijo, pacíficos y tantas cosas más.... y si me dejo llevar más allá, llego a la conclusión de que como percibimos un bosque es del mismo modo en que percibimos nuestras relaciones interpersonales. 

Cuando nos limitamos a apreciarlas desde la superficialidad, apreciaremos mucho más lo menos importante que lo que se es en realidad, pero sin embargo, si nos atrevemos a sumergirnos a conocerlos de modo más cercano, llegamos a comprobar como todos ocupamos un lugar otorgado, donde todo está en paz y en orden, donde se puede apreciar los enraizados caminos que existen en nuestras vidas.

Caminos enraizados,  que llevan a distintos lugares, pero que sin la compañía de los demás, quedan bajo las inclemencias del propio camino, de la ausencia de calor humano y el conocimiento oculto en cada una de esas raíces con las que nos vamos encontrando.

Aprender a vernos en todo lo que nos rodea, ayuda a que uno pueda comprender como todo es un reflejo de una misma cosa. Todo es uno y uno es Todo.

Un abrazo

Africa

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